La tristeza y la risa.

«La tristeza no nos vuelve inteligentes. En la tristeza estamos perdidos. Por eso los poderes tienen la necesidad de que todos los sujetos estén tristes. La angustia nunca ha sido un juego de la cultura, de la inteligencia o la vivacidad. Cuando uno tiene un afecto triste, es que un cuerpo actúa sobre el tuyo, un alma actúa sobre la tuya en condiciones tales y bajo una relación que no conviene con la tuya. Desde entonces, nada en la tristeza puede inducirnos a formar una noción común, es decir, la idea de algo común entre dos cuerpos y dos almas.»  Gilles Deleuze Propongo escuchar
y reír sin parar. Si usted puede hacerlo, está preparado para emprender cualquier cosa. Si uno pudiera ser como Matt Stwart, que ve lo que hay que ver…

Foto Matt Stuart

La risa no es revolucionaria, pero es acto de resistencia, una burla sobe lo instituido. Desde la literatura lo muestra magistralmente Milan Kundera en El libro de la Risa y el Olvido (1978). La risa pertenece al diablo, que se burla de la creación. Su risa es estentórea, desafiante. Los ángeles, cuando quieren imitarlo, solo consiguen una sonrisa insulsa.

Los que conciben al diablo como partidario del mal y al ángel como combatiente del bien, aceptan la demagogia de lo ángeles. La cuestión es evidentemente más compleja. Los ángeles no son partidarios del bien, sino de la creación divina. El diablo es, por el contrario, aquel que niega al mundo toda significación racional. La dominación del mundo, como se sabe, es compartida por ángeles y diablos. Sin embargo, el bien del mundo no requiere que los ángeles lleven ventaja sobre los diablos (como creía yo de niño), sino que los poderes de ambos estén más o menos equilibrados. Si hay en el mundo demasiado sentido indiscutible (el gobierno de los ángeles), el hombre sucumbe bajo su peso. Si el mundo pierde completamente su sentido (el gobierno de los diablos), tampoco se puede vivir en él. Las cosas, repentinamente privadas del sentido que se les supone, del lugar que tienen en el pretendido orden del mundo (un marxista formado en Moscú cree en los horóscopos), provocan nuestra risa. La risa pertenece pues, originalmente, al diablo. Hay en ella algo de malicia (las cosas resultan diferentes de los que pretendían ser), pero también algo de alivio bienhechor (las cosas son más ligeras de lo que parecen, nos permiten vivir más libremente, dejan de oprimirnos con su austera severidad). Cuando el ángel oyó por primera vez la risa del diablo, quedó estupefacto. Aquello ocurrió durante algún festín, estaba lleno de gente y todos se fueron sumando, uno tras otro, a la risa del diablo que era fantásticamente contagiosa. El ángel comprendía con claridad que esa risa iba dirigida contra Dios y contra la dignidad de su obra. Sabía que debía reaccionar pronto, de una manera o de otra pero se sentía débil e indefenso. Como no era capaz de inventar nada por si mismo imitó a su adversario. Abriendo la boca emitió un sonido entrecortado, brusco, en un tono de voz muy alto (Parecido al que produjeron Micaela y Gabriel en una calle de una ciudad de la costa), pero dándole un sentido contrario. Mientras que la risa del diablo indicaba lo absurdo de las cosas, el grito del ángel, al revés, aspiraba a regocijarse de que en el mundo todo estuviese sabiamente ordenado, tan bien pensado y fuese bello, bueno y pleno de sentido. Así el ángel y el diablo, frente a frente, con la boca abierta, producían más o menos los mismos sonidos, expresando cada uno, en su clamor, cosas absolutamente opuestas. Y el diablo, mirando reír al ángel, reía más aún, mejor y más francamente, porque el ángel que reía resultaba infinitamente ridículo. Una risa que hace reír es el desastre. Sin embargo, los ángeles lograron alcanzar algunos resultados. Nos engañaron a todos con su impostura semántica. Solo hay una palabra para designar su imitación de la risa y la risa original (la del diablo). Hoy la gente ya no se da cuenta de que la misma manifestación exterior esconde dentro de sí dos actitudes internas absolutamente contradictorias. Existen dos risas y no tenemos palabras para distinguir la una de la otra. El libro de la risa y el olvido. Editorial Seix Barral. Barcelona, 2000. (Primera edición 1978). Traducción del Checo: Fernando de Valenzuela. Tercera Parte. Los Angeles. Páginas 89 y 90. Capítulo 4. Sobre las dos risas

Desde la historia, la filosofía y las letras lo hace Bajtín. La risa y el carnaval como expresión de subversión del orden: los pobres como ricos, los hombres como mujeres. Claro que todo el resto del año no es carnaval.